Serían las dos de la madrugada cuando me decidí llamar a una de esas líneas cachondas para maduras Barcelona teléfono caliente. Estaba sola y aburrida en mi piso de Barcelona, de Bcn en el centro, en pleno Eixample. Hace unos años de separé del que hoy es mi ex y hasta hoy.
Lo cierto es que vivo mucho más tranquila, estaba cansada de sus tonterías y manías. Todo un maniático del orden, de las cosas bien hechas y de todo en general. Ahora la casa, el piso mejor dicho, está a mi gusto. Y paseo desnuda por la casa como me gusta.
Sí, es algo con lo que disfruto y parece que el vecino de enfrente también. Desde hace días, hay un hombre que me mira desde el otro lado de la calle, la cual no está muy lejos, y desde donde me puede ver al completo. La primera vez que me sentí observada me asusté tanto que me escondí, y me dio una impresión exagerada. Pero luego pensé, «y qué más da, no me conoce, yo a él tampoco, ¿pues acaso no puedo pasear por mi piso desnuda?». Y así lo hice desde ese día.
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Desde ese día paseo por la casa con las tetas al aire libre, tetas grandes que tengo, me cuelgan un poco por la edad, pero bueno, yo creo que aún están apetecibles. Y ese señor, desde la otra acera, desde su balcón, me observa. Y ahora ya se ha convertido en una rutina. Cuando menos lo espero, aparece su sombra y su mirada lejana.
Tengo que reconocer que al paso de los días, y del tiempo de esta nueva situación, me gusta. Más que eso de maduras Barcelona Teléfono Caliente que comentaba al principio y que otro día seguiré. Su espiar y su mirar tras ventana, me excita sobremanera. Así que ahora, cada día nos vemos de manera furtiva, yo me desnudo para que él me mire, y lo cierto es que nadie lo sabe. Si alguien más quiere saber sobre mi particular historia, que me diga.
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