Estaba trabajando de buena mañana como siempre, tranquilo y dormido todavía. Cuando un coche de alta gama se para enfrente de mi oficina que está a pie de autopista, cerca de Barcelona (Castelldefels). Pero cuando me quedo más sorprendido es cuando veo salir a una chica de unos treinta años, pelirroja, con un vestido rosa y mirando tras la cristalera. Pronto advertí que no era ninguna clienta habitual y me preguntaba qué estaría intentándome decir. No sé, a simple mista es como si no hablara mi idioma, extranjera o si quisiera algo en concreto.
Yo paré de hacer cosas y puse atención en ello, porque no era para menos. Serían las ocho y algo de la mañana, estaba yo solo y ella ahí fuera, mirándome. Pasaron muy pocos segundos cuando se empezó a desabrochar el vestido rosa, que más bien parecía una bata de estar por casa. Pronto vi su cara de vicio puro, de provocación y de exhibición. No perdí ni un segundo de mirarla. La chica era pelirroja, no muy guapa pero cuando llegó al botón octavo y abrió más la bata: APARECIERON DOS BUENAS TETAS CAÍDAS.
Provocación pelirroja de exhibicionista tetona
Ella no paraba de mirarme desde fuera a medida incitándome, se abría más y más del vestido. Sus tetas eran grandes, caídas y gordas. Me estaba poniendo cachondo solo de verla, allí solo estábamos ella y yo. Así que cuando menos me lo esperé ya estaba entrando por la puerta, entrando con las tetas colgando, unas botas negras altas de carretera y del todo provocativa. Uf, estaba para comérsela la verdad, y además en esos momentos de la mañana, voy caliente de por sí mismo.
Se acercó a mi mesa me dijo si quería follar con ella no masajes eroticos ni nada, si no follar. Me dijo que era una chica normal y corriente que se había levantado con ganas de follar con un extraño. Además, me confirmó que la podía tocar, que le podía chupar los pezones porque estaba cachondísima. Le dije primero si podía mirarla desnuda y hacerle alguna foto para pajearme mientras lo hacía, porque soy todo un voyeur morboso, y porque ni me lo creo. Ella accedió. «Eso me pone muy caliente, ver a un tío hacerse una paja». Me dijo.
Dejé todo y me puse manos a la obra. Mi polla estaba durísima viendo cómo esa exhibicionista tetona quería que me la follara. Le hice fotos. Luego chupé todo lo que pude y más, le quité todo el vestido. Ella era blanquita como una pared de cal, y cuando le di la vuelta aprecié toda su candidez. No tenía casi ni un pelo en todo su cuerpo, ni en su culo porque se lo abrí para ver qué me esperaba dentro. Uf, estaba preciosa, como una muñeca pelona, chochito rosa, una muñequita de feria.
Muñequita de feria pelirroja y pelona
Yo no pude más con esta exhibicionista tetona me bajé los pantalones en la trastienda y allí a polla limpia y sin condón ni nada se la metí. Fue una temeridad por mi parte, meterla sin goma con una extraña, pero estaba caliente perdido. Y lo peor no tenía ni condones, así que en el suelo habilité una cama dura, y dura se la clavé.
Lo tuve fácil porque yo tenía la polla pringosa como el tornavís de un mecánico y su chocho era agua perdida. Empezamos a follar como descosidos, ella era sumisa no hablaba, como está mandado. Y todavía llevaba las botas negras de putilla de autopista. Eso me ponía más cachondo cada vez que se la metía hasta los huevos. Le dí el último empujón y por decoro de la extraña, la saqué y chorreé toda la barriga, coño y tetas. «Eso por si no te has duchado», le aseveré. La duché de blanquito cal con lefa espesa. Me miró, la miré y nos despedimos. No la volví a ver más, pero ese polvo matutino, ese polvo… fue el mejor que nunca tuve.
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