Nunca me gustaron los estudios, hasta que llegó Marina al instituto, fue mi profesora caliente de álgebra en Barcelona, toda una sabia y cachonda. Eso, lo descubrí más tarde.
Yo la miraba mientras nos daba clase, estábamos ya en segundo de Bachiller, y ella era la sustituta de Sandra. Sí sustituta, suena mal, pero era la suplente de Sandra que nadie la podía ver. Porque tenía un carácter insoportable y además enseñaba mal. Quien sí enseñaba bien, y vaya si me enseñó, fue Marina.
Profesoras calientes Barcelona saben de todo
En uno de los días martes que nos daba clase, me quedé el último. Lo cierto es que desde el primer día que la vi, me resultó muy simpática. Porque ella es morena, española de ojos redondos, cara simpática, delgadita y podía entrever un cuerpo delicioso. Así que con la excusa de no entender una cosa de matemáticas, me insinué. Sí, suena algo fuerte, pero a esas edades o eres lanzado o no eres nadie.
Contrariamente a lo que me esperaba, ella con una sonrisa muy incitante me dijo:
-¿Te estás insinuando?
-¿Quién yo?- le contesté a menos de un metro de distancia.
Estábamos en su mesa de profesora, ella llevaba como siempre un jersey de esos de cuello alto. Uno de esos que no se le ve ni las ideas, pero ya me gustaba verla tan tapada.
-Sí, tú, no me digas que te insinúas a tu maestra.
-Pues la verdad…-titubeé- lo cierto es que sí, me preguntaba si esta noche tenía algo que hacer..
Seguirá… fue de las profesoras calientes Barcelona más cachonda que pude conocer
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